Dr. Jaime Correa, Psiquiatra
Las adicciones, un fenómeno que trasciende fronteras sociales y culturales, representan uno de los mayores desafíos para la salud mental contemporánea. No son simplemente una falta de voluntad o un vicio, sino trastornos neurobiológicos complejos que requieren una aproximación diagnóstica y terapéutica rigurosa. En mi experiencia clínica, he observado que el éxito en el tratamiento radica en un enfoque que integra la farmacología, la psicoterapia y el soporte social, adaptado a la individualidad de cada paciente.
Bases neurobiológicas y diagnóstico
El eje central de la adicción se encuentra en el sistema de recompensa cerebral, particularmente en el circuito dopaminérgico mesolímbico. Sustancias como el alcohol, la cocaína o los opioides, así como conductas como el juego patológico, secuestran este sistema, provocando una liberación masiva de dopamina que refuerza el consumo y genera una memoria asociativa poderosa (Volkow et al., 2016). Con el tiempo, esta sobreestimulación conduce a una desregulación del circuito, disminuyendo la respuesta a los estímulos naturales (comida, interacciones sociales) y consolidando la compulsión por el consumo.
El diagnóstico de un trastorno por uso de sustancias se basa en los criterios establecidos por el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, 5ª edición). Es crucial diferenciar entre el uso, el abuso y la dependencia, y evaluar la severidad del trastorno. Además, es indispensable realizar un tamizaje exhaustivo para identificar comorbilidades psiquiátricas (la presencia de otros trastornos mentales), una situación muy frecuente en estos pacientes. La depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar o el trastorno de estrés postraumático no son solo acompañantes, sino que a menudo actúan como factores predisponentes o de mantenimiento de la adicción, y su tratamiento es fundamental para el éxito a largo plazo (Torrens et al., 2015).
Manejo terapéutico: pilares fundamentales
El tratamiento de las adicciones debe ser multidisciplinario y considerar las siguientes líneas de acción:
1. Desintoxicación y manejo farmacológico
La primera fase del tratamiento suele ser la desintoxicación, que busca estabilizar al paciente y manejar el síndrome de abstinencia de forma segura. En este punto, la farmacología desempeña un rol crucial. Para la abstinencia de alcohol, las benzodiazepinas son el estándar de oro, pero su uso debe ser cuidadoso y limitado en el tiempo debido a su potencial adictivo. En el caso de los opioides, el uso de agonistas parciales como la buprenorfina o antagonistas como la naltrexona ha demostrado ser altamente efectivo en la reducción de los síntomas de abstinencia y la prevención de recaídas (NIDA, 2020).
Más allá de la desintoxicación, el uso de psicofármacos se extiende al tratamiento de las comorbilidades. Por ejemplo, los antidepresivos pueden ser vitales en pacientes con depresión y adicción, siempre y cuando se utilicen con una indicación clara y un seguimiento estricto.
2. Psicoterapia: el corazón del tratamiento
Si bien la medicación puede estabilizar la química cerebral, la psicoterapia es la herramienta que permite al paciente comprender y modificar las conductas subyacentes. La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es una de las modalidades más estudiadas y eficaces. Se enfoca en identificar los pensamientos distorsionados y las situaciones de riesgo que llevan al consumo, y en desarrollar habilidades de afrontamiento para manejar el deseo (craving) y prevenir recaídas (Marlatt & Gordon, 1985).
Otras terapias como la entrevista motivacional son esenciales en las primeras etapas, ayudando al paciente a reconocer la ambivalencia y a fortalecer su motivación para el cambio. El trabajo con las familias también es crucial. La adicción es una enfermedad familiar, y el apoyo y la psicoeducación a los seres queridos pueden ser determinantes en el proceso de recuperación del paciente.
3. Soporte social y rehabilitación
La adicción aísla al individuo. Por ello, la recuperación requiere la reconstrucción de redes sociales saludables. La participación en grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos ofrece un espacio de contención, empatía y validación, donde el paciente se siente comprendido por otros que han pasado por experiencias similares.
El acompañamiento social y la reintegración laboral y familiar son esenciales para un tratamiento sostenible. Sin este soporte, el riesgo de recaída es significativamente mayor, incluso con un manejo farmacológico y psicoterapéutico adecuado.
Consideraciones finales
El abordaje de las adicciones debe ser entendido como un proceso de largo plazo, no como una cura inmediata. La recaída no es un fracaso, sino una parte esperable del proceso de recuperación, que nos obliga a reajustar las estrategias terapéuticas.
Como psiquiatras, nuestra labor es guiar a estos pacientes con empatía y sin juicio, ofreciendo un plan de tratamiento flexible que se adapte a sus necesidades evolutivas. La combinación de una farmacoterapia basada en la evidencia, una psicoterapia estructurada y un robusto soporte social es la clave para ofrecer una esperanza real a quienes luchan contra esta enfermedad.
Referencias bibliográficas
- Volkow, N. D., Koob, G. F., & McLellan, T. A. (2016). Neurobiologic Advances from the Brain Disease Model of Addiction. New England Journal of Medicine, 374(4), 363–371.
- Torrens, M., Fonseca, F., & Farré, M. (2015). Doble diagnóstico: del concepto a la intervención. Adicciones, 27(1), 3-10.
- National Institute on Drug Abuse (NIDA). (2020). Principios del Tratamiento de la drogadicción: Una guía basada en las investigaciones.
- Marlatt, G. A., & Gordon, J. R. (1985). Relapse prevention: Maintenance strategies in the treatment of addictive behaviors. Guilford Press.



